miércoles, 2 de septiembre de 2009

La novela de la dictadura en República Dominicana.






Soledad Álvarez, considera que la narrativa de los años de la dictadura, hay que buscarla “fuera de la asfixia mortal del trujillato”. Señala que los intelectuales dominicanos se vieron obligados a escribir solo lo que le complacía al régimen del dictador. “Trujillo era la presencia omnisciente y bajo sus mordazas la literatura tuvo que negarse a si misma la función crítica y política en esos años”.


La novela de la dictadura se inscribe en el periodo posterior a la muerte de Trujillo, a final del 1961. En ella el intelectual dominicano denuncia al mundo los atropellos de la dictadura durante los treinta años de gobierno. Después de 31 años de aislamiento cultural y político, la República Dominicana y con ella la literatura entraron de nuevo al mundo en el momento en que triunfaba la primera revolución socialista en América. El hecho de gran importancia para los países subdesarrollados tuvo gran trascendencia para el país que tenía ante sí la responsabilidad de elegir entre las distintas opciones que le presentaba el momento histórico. La literatura para ese entonces, rechazó los moldes esteticistas y produjo una narrativa cuyo eje central era el hombre.

Los escritores dominicanos que conocieron por experiencia propia los horrores de la dictadura trujillista son los que con más frecuencia se acercan a los acontecimientos de esa época. Algunos de ellos están marcados por el pasado histórico más traumatizante que ha vivido el dominicano en la historia política y social de República Dominicana. Entre los escritores dominicanos más destacados figuran, Carlos Esteban Deive, Pedro Peix, Marcio Veloz Maggiolo y Andrés L. Mateo.


La novela de la dictadura, se caracteriza por la denuncia de los hechos que acontecieron en la República Dominicana durante la dictadura. En ella aparece de manera prominente la figura del dictador y otros miembros importantes de su gobierno. Como otros dictadores de Hispanoamérica, Trujillo se erigió como dictador absoluto aprovechando el apoyo que le brindaron las clases adineradas de la nación y las potencias extranjeras.
De acuerdo con Juan Antonio Ramos, el gobierno absolutista que caracteriza la dictadura se distingue por un marcado interés en proyectar una visión ante el mundo de orden y progreso detrás de esta farsa se oculta un régimen totalitarista. Al igual, que otros dictadores en Hispanoamérica, Trujillo se caracterizó por su afán en el desarrollo material y la industrialización de la República Dominicana asumiendo un gesto paternalista ante la nación. En la novela de la dictadura, se escribe con frecuencia acerca de acontecimientos cotidianos de entonces. Se denuncian las torturas, los crímenes, la corrupción el abuso de poder y las injusticias sociales. Además en la novela de este periodo se denuncia el silencio y la ausencia de la conciencia colectiva capaz de impulsar al individuo más allá de sus necesidades individuales inmediatas. Es un llamado a los hombres que componen la sociedad dominicana a integrarse en la lucha por defender los derechos que le conciernen.
Álvarez en un conversatorio sobre la poesía social dominicana posterior a la dictadura celebrado en el 1978, reconoce que el regreso de los exiliados, el triunfo de la revolución cubana, el breve gobierno de Juan Bosch y la creación de importantes organizaciones culturales, dinamizaron el quehacer cultural y el nivel de publicaciones en la República Dominicana en el periodo de los setenta.

El lenguaje que se utiliza en la novela de la dictadura, es un lenguaje directo y por lo general el narrador presenta cartas y documentos que corroboran la veracidad de las denuncias que cuenta en la ficción novelada. Se critica la adulación al tirano, el daño ideológico que ha experimentado el pueblo dominicano en esos treinta años, la ambivalencia y ansiedad en que se vive en medio de la dictadura y el ambiente de la época.

Los años sesenta significaron un periodo trascendental para la cultura dominicana. Fueron muchos los acontecimientos que tuvieron lugar en ese lapso que tiene sus inicios con el ajusticiamiento de Trujillo en el 1960, la celebración de las elecciones en que fue electo Juan Bosch como presidente en el 1963 y su destitución a consecuencia del golpe de Estado militar seis meses más tarde. Resulta difícil sintetizar el momento en que la literatura dominicana se pronuncia sin ambages ni medias tintas por un arte comprometido con las legitimas aspiraciones populares.

La generación del sesenta nace a raíz de las jornadas de lucha contra los finales de la tiranía de Trujillo y los sucesos que acontecen luego de derrocarse el trujillismo. Los jóvenes escritores y artistas de esta generación formaron al comienzo del 1962 diversos grupos como los fueron Arte y liberación y el Movimiento Cultural Universitario. Entre ellos se encontraban Miguel Alfonseca, Grey Coiscou, Jeannet Miller, Asdrúbal Domínguez, Juan José Ayuso, René del Risco y Bermúdez y otros.

Constituyen los exponentes más significativos de esta generación: Manuel Rueda, Marcio Veloz Maggiolo y Armando Almánzar, Todos ellos llegaron del exilio político a la muerte del dictador e irrumpen en el ambiente con las influencias del boom latinoamericano y la búsqueda de las raíces que genera ese boom.

Franklin Gutiérrez, historiador dominicano afirma, que a raíz del golpe de estado al gobierno de Bosch diversos sectores revolucionarios continuaron en una lucha interna por restablecer la democracia coartada por el gobierno militar instituido en esos años en la República Dominicana. La represión militar desembocó en una Guerra Civil, la que se produjo en la ciudad de Santo Domingo en el año 1965. Cuatro días más tarde el 28 de abril , se produce la segunda intervención norteamericana. Todos estos eventos cambiaron el pensamiento político y social dominicano con las nuevas expectativas del restablecimiento de la constitución en el país, provocando un gran impulso que contribuyó a la expresión artística y literaria de los intelectuales dominicanos inmersos en esta causa revolucionaria.
Los escritores jóvenes manifestaron sus inquietudes políticas y sociales entre las que encontraban, la revisión del dicurso político y la denuncia de las atrocidades cometidas por la dictadura. Esta manifestación se expresó a través de la poesía, el ensayo y la prosa.
El movimiento armado liderado por Francisco Caamaño en abril de 1965 y su frustración, producto de la intervención yanqui, contribuyen al momento más importante en las letras dominicanas de este siglo en que la generación del sesenta se congregó junto con el pueblo a la lucha armada. Álvarez señala que: “la literatura de la revolución fue una literatura de urgencia, construida bajo el fragor de la guerra y creada con el propósito de reflejar el terrible momento en que un pueblo decide su destino aplastado por la potencia imperialista.”

Los grupos jóvenes de la generación del sesenta integrantes de varios grupos culturales al producirse la insurrección de 1965, volvieron a agruparse, poniendo su talento y coraje al servicio de la revolución constitucionalista convirtiéndose en el Frente de Artistas y Escritores Constitucionalistas. Esta organización se dedicó durante la contienda bélica, a desarrollar actividades artísticas progresistas para elevar el nivel de conciencia de aquellos que combatían con las armas la ocupación militar norteamericana, manteniendo en alto la moral de combate, utilizaron la pintura mural, la representación teatral, y otros recursos. Entre los que pertenecieron a este grupo se encuentran Miguel Alfonseca, Marcio Veloz Maggiolo, Armando Almánzar, Andrés L. Mateo y otros.

La narrativa de los años setenta en adelante, es una marcada por la guerra civil del sesenta y cinco y la tiranía. Se robustece más con la aparición de la agrupación cultural La Máscara a finales de la década y la fundación de Casa de Teatro, un centro cultural que promueve la cultura en el país hasta estos momentos. Esta nueva generación es la más prolífica y significativa de toda la novela dominicana, en cuanto a variedad temática y cantidad de obras que se escriben. El ámbito urbano es el espacio que regirá la narrativa dominicana de este periodo literario. La ciudad colonial y sus calles serán los lugares más frecuentes descritos por los narradores en sus obras. En los años setenta podemos citar a Manuel Rueda, La bella nerudiana y Papeles para Sara y otros relatos (1985). Pedro Peix, La narrativa yugulada (1987)

Después de la Revolución de abril de 1965, se celebraron en el país de nuevo elecciones durante el año 1966. Joaquín Balaguer, es quien obtiene mayor número de votos y logra alcanzar ser Presidente de la República. Su gobierno se caracterizó por la violencia, la corrupción pública, la falta de libertad de expresión en la ciudadanía. Por otro lado continuaron también las guerrillas de izquierda. Es decir que continuó en el país una guerra civil en los diferentes puntos de la Isla. Balaguer se mantuvo en el poder por un periodo de doce años. Las elecciones del 1974 marcan el final de su gobierno.

Miguel de Mena, crítico dominicano, señala que la generación de los ochenta plantea la crisis de los doce años del gobierno de Joaquín Balaguer. En ella se denuncia el discurso político del gobierno. Se denuncia la corrupción gubernamental, los crímenes y las desapariciones de figuras políticas dominicanas. Entre los intelectuales que componen esta generación hay una preocupación por la búsqueda existencial, la metafísica y el sentimiento de consumación del tiempo.

Bruno Rosario Candelier, afirma que durante esos años “la novela dominicana se enriqueció con valiosos textos que se inscriben dentro de la narrativa moderna y los novelistas que escribieron en la década de los años setenta impulsaron el desarrollo de la nueva novela, con la experimentación formal y con la aplicación de procedimientos modernizantes de la forma de novelar.”

Entre las novelas más significativas de esta generaciones necesario señalar a escritores como Pedro Peix, El placer está en el último piso (1974), La loca de la plaza de los almendros (1978) La noche de los bufones blancos (1980) y Los despojos el cóndor ( 1983. Pedro Mir, Los algarrobos también sueñan (1977), Carlos Esteban Deive, Las devastaciones (1979), Pedro Verges, Sólo cenizas hallarás (1980), Hirma Contreras, Facetas (1982) y La tierra está bramada (1986) ,y Entre dos silencios (1987), Ángela Hernández Desafío (1985) y Las mariposas no temen a los captus (1985), Andrés L. Mateo, La balada de Alfonsina Bairán (1986), Estos escritores componen el grupo más significativo de la novelística de esta época. De una manera u otra estos escritores incluyen en sus obras el tema de la dictadura y la figura del dictador.

En la literatura que corresponde a la generación de los noventa los temas se enfocan hacia una estética basada en los sueños y el psicoanálisis . Se percibe en ello la intención de la búsqueda interior del hombre. Entre los escritores que corresponden a esta generación podemos citar a Martha Rivera García ganadora del premio Internacional de Casa de Teatro con su novela He olvidado tu nombre (1995), Geometría del vértigo (1995, Luis Santos, En el umbral del infierno (1996), Avelino Stanley, Tiempo muerto y Catedral de la lívido, (1998) y Carmen Imbert Brugal, Distinguida señora. (1995).

La literatura del 2000 en adelante esta marcada por elementos cotidianos, sentimientos del diario vivir, las costumbres y el lenguaje popular. Pedro A. Valdez escritor y critico dominicano , refiriéndose a la literatura que corresponde a este periodo, señala que esta nueva modalidad de escritura dominicana enriquece la temática anterior.
García Romero apunta que es muy amplia la variedad de temas que entran a formar parte de esta nueva narrativa. Entre ellos se encuentran, temas cotidianos entretejidos con elementos eróticos y estos a su vez se mezclan con la naturaleza y la exuberancia del paisaje sensualizado como se puede observar en la novela Callejón de las flores (1999), de Ligia Minaya Belliard en la que los elementos de la naturaleza, lo erótico y las imágenes exuberantes se fusionan y componen los elementos importantes de la narrativa.

La estrategia de Chochueca (2000) de Rita Indiana Hernández, también abre nuevos caminos a la literatura actual. La crítica considera esta obra como un arriesgado intento de la autora por acercarse a la modernidad en la literatura tomando como marco socio cultural el Santo Domingo de hoy. Sus personajes son habitantes de una ciudad subterránea marginal. En ella están presentes, los fantasmas de la historia, la represión de los doce años de Balaguer, la corrupción gubernamental y la profunda desigualdad social que existe dentro del país.
Por otro lado Pedro A. Valdéz es un escritor de esta misma generación que en sus novelas Bachata del ángel caído (1998 y El carnaval de Sodoma , (2002) nos muestra personajes derrotados de la vida cotidiana. El autor le da voz a los individuos que viven al margen del poder social y de los supuestos beneficios de la globalización.

Doris Melo
Derechos Reservados
2009

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